jueves, 3 de noviembre de 2011

sesión

Laura entró a la sala donde habitualmente atiende la psiquiatra de la institución.
Entro sigilosa y despacio intentando no hacer mucho ruido con sus zapatos de charol.
Al entrar la terapeuta se presentó y le preguntó si quería café o té. Laura pidió té con tres cucharitas de azúcar mientras se sentaba en el sillón bordo y miraba los rincones de esa pequeña sala.
Ella no tenía muchos amigos en clase y en su colegio se le daba importancia a las relaciones entre los alumnos y nadie podía explicar como una nena tan capaz para rendir con las materias no podía ni acercarse a mas de la mitad de su curso, era tímida y desconfiada y después de todos estos años no había conseguido relacionarse con nadie, a Laura le gustaba pintar en el patio y mirar al sol, más no le gustaba conversar ni discutir con sus compañeros cuando la molestaban.
La terapeuta sirvió el té mirando de reojo a la pequeña que parecía ínfima dentro del gigante sillón. Luego fue al otro costado de su escritorio y mientras se apoyaba en él, le pidió que explique "cómo Laura se ve a si misma", a lo cual ella expresó: "soy esa clase de chica que se sienta en la punta de los bancos en clase y dibuja y siempre tiene que decir algo en voz alta cuando no está de acuerdo. Pero solo en ese momento porque al opinar incomodo a la mitad de la clase que se queda en silencio y solo un cuarto de la otra mitad se ríe y se acerca a mi punta para hacerme chistes, pero son pocos, si señora, son muy pocos."
La psiquiatra preguntó por sus amigos, que si sentía que le costaba relacionarse o como era su vida en ese aspecto, "Vivo todo con el cuerpo, soy una persona muy intensa y eso puede resultar bueno y malo, depende del humor que tenga y mis amigos me conocen y ya los tengo, no necesito ser popular o ser entendida por la multitud, si mi propio pequeño mundo es todo lo que necesito." Respondió la joven mujer.
La terapeuta se quedo en silencio, pensando y lo único que se le vino a la mente fueron imágenes de ella en su juventud, tantos años intentando ser aceptada y al final, todo era tan simple, nunca hubo que esforzarse, ella también era una persona muy gestual, que vive para y por sus sentidos y sin embargo, se ocupó de estudiar su cerebro y de querer modificarlo, buscando dejar felices a sus padres, a su esposo y a sus hijos, estudiando para ser la mejor en lo que se propuso.
Todo para un matrimonio arruinado y una carrera que gastó su propio cerebro que tuvo que alimentar con pastillas porque ya no le quedaban buenos pensamientos para seguir, para ver el sol y sentir que era ella, pura y verdadera.
Un muy triste final mirar su vida de esa forma pero de pronto en este día de esa triste rutina pudo encontrarse con una Laura que abriera sus puertas, que la llegara a emocionar con tan simple discurso.
Mientras miraba a la joven, la doctora no podía dejar de sentir un montón de cosas en el pecho, sentimientos olvidados, de esperanza y lucha contra un sistema que no acepta pensamientos diferentes ni personas especiales entonces comenzó a sonreír llena de esperanza y quizo hablar. Pero su jefe abrió la puerta y entró para saludar a las dos mujeres que se encontraban en la sala,
al ver a su jefe la terapeuta recordó su trabajo allí, y sus cuentas por pagar y sus dos hijos y su ex marido que la había abandonado por estar "muerta por dentro" recordó también a sus padres y su desilusión por que "Psiquiatría no es lo mismo que Medicina" y todas las pequeñas peleas que tuvo en el subte, por llegar tarde al trabajo o ser víctima de empujones con bronca. Entonces volvió a mirar a Laura y le pasó una prescripción que había anotado segundos antes y doblado en dos partes.
Al salir, Laura sin comprender mucho la movilización de esa señora, y medio aturdida por los gritos de sus compañeros buscó un banquito solitario en el patio y se decidió abrir ahí lo que había anotado la terapeuta. Al abrirlo habían una serie de letras escritas de forma brusca, un poco nerviosas y lo único que decía en el papel era: Ser feliz.

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