lunes, 14 de septiembre de 2009

federal

Sentado en la silla eléctrica Hugo espera su condena,
aferrado a ella, con la esponja mojada en su cabeza
tiembla de miedo y no para de reír.
El subcomisario mira aflijido, porque ya no hay escape a la condena
violar a tres chicas inocentes, flagelarles el cuerpo
masticarlas y volverlas a escupir,
no hay explicación lógica.
Hugo es calmado, comprometido con los demás internos y fiel al trabajo,
sus compañeros le tienen mucho respeto en el pabellón.
Pero esta vez no hay salida, el juez de turno dictó sentencia:
Luego de leer la biblia, se procede a llamar al verdugo, el señor José Gorostiaga que hace años entró en el oficio de matar gente y es un ejemplo para la comunidad. Con indiferencia sube a las tablas y baja la palanca.
Hugo grita con el cuerpo, tiene convulsiones y cierra el puño con desesperación, no lo puede contener, la electricidad entró en su sistema y el ultimo pedazo de vida que corría por su cuerpo se desintegra con 10.000 boltios.
Se corre el telón.

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