domingo, 4 de mayo de 2008

..

No importa cuanto lo intento, siempre caigo de nuevo
es que soy tan débil a veces conmigo misma
no me contengo, lo expulso de mi cuerpo
se me sale por los poros.
Un domingo como este me tomaba un colectivo rumbo a Avellaneda, ahí por el 2006 (que aunque paresca poco tiempo para mi fue hace siglos) emprendía mi viaje subida al 10 dejandome llevar por la música que atravesaba mis auriculares, veía los barrios, las veredas altas de barracas, el puente pueyrredón, y en la primera parada, ahí bajaba yo.
Y aparecía él, con una sonrisa y sus pelos despeinados, me acuerdo que siempre que lo besaba desaparecía el mundo (eso no me paso nunca más, creo) era como la extraña sensación de dejarse atrapar por alguien, de no sentir el aire ni los ruidos.
Estábamos rodeados de nada o de mucho en realidad, pero nosotros íbamos a una velocidad distinta. Siempre con él, las cosas fueron a una velocidad diferente. No medía los minutos que faltaban para verme y me llamaba desde el colectivo para preguntarme que estaba haciendo, tampoco mediamos que ya era de noche, y nos habíamos pasado todo el día en la cama, y no necesitabamos contar el tiempo desde que estábamos juntos (aunque yo siempre le hice recordar ese 16 de febrero cuando nos encontramos). Nos conocimos al punto de no pretender nada uno del otro y de necesitarnos para empezar y terminar el día. Teníamos una conexion distinta, una energía que se transmitía, su vibra era ya muy poderosa, podía transmitirte una variedad inmensa de sentimientos en pocos minutos. Y cuando hablaba, sus modos, su voz, me hacían quedarme completamente atenta a sus palabras, a cada oración, me encantaba escucharlo! Cuando estábamos juntos no hacia falta explicar nada, hay pocas personas que se meten en tu corazón de alguna manera, que lo penetran, lo hacen implotar.
El agitó mi vida ese año, se me metió por las venas, durmió en mi cama.
Cuando miro para atrás ese año fui feliz, no por tener una persona que me complete, sino porque aprendí a completarme a mi misma, aprendí a completarlo a él y por eso tuve miedo tantas noches, los días de tristeza tardaron, pero llegaron inevitablemente, las peleas, los desacuerdos, lloró él y lloré yo, que lo sentí con los ojos y con la espalda, lloró mi cuerpo, lo necesité para respirar. Lo odié, lo adoré, me sentí traicionada por su persona pero también me hizo sentir orgullosa verlo hacer su música. Igualmente las cosas no terminaron bien. De pronto alguien que estaba pegado a mi teléfono, a mi casa, a mi facultad y a mis días, desapareció completamente, lo extirpé del corazón y fingí demasiadas veces no haberlo conocido nunca. Ahora que lo pienso no lo detesto ni un poco, y todavía me es difícil entender porque cuando nos vemos no nos saludamos y aparecen esas caras de situación que tanto acomplejan a la gente. Es que me hizo sentir tan bien y tan mal a la vez que no estaba segura si quería matarlo o atarlo a mi vida.
Es increíble lo que son las relaciones humanas, lo que es sentirse segura de una misma y lo que es sentirse leprosa con alguien porque te perfora todas las capas de la piel. No tenia donde esconderme (y supongo que si lo encuentro de nuevo hoy en día tampoco voy a tener lugar para huir) él me conoce como pocas personas, aunque cambie completamente con los años. Él siempre va a reconocerme y eso me pone nerviosa con solo pensarlo, me vuelve vulnerable. Hoy por hoy soy yo, tengo 19 años y vivo por mi y para mi, y estoy bien, hasta me parece ilógico estar desenterrándolo como un muerto vivo en mi computadora, aunque en realidad nunca hay nada lógico que te motive a escribir. Yo necesito catarsis, necesito sentimientos nuevos y descargas eléctricas, necesito acordarme y necesito ser más de lo que soy o lo que fui hace un tiempo, también necesito escribir esto y aunque hace mucho no lo hago, necesito nombrarlo: Axel.

1 comentario:

John Bonachon dijo...

ojala mi ex novia hubiese escrito lo que escribiste

bravo por el valor de admitir estas cosas que suelen pasar y uno se hace el fuerte y oculta